«Con nueve años, recuerdo ir a casa de mi abuelo Domingo Peña Ramírez, en el molino de La Majadilla. Cuando empezaba a caer la noche, en el patio se reunía la familia la víspera del día de Los Difuntos. Llevábamos manzanas francesas, nueces, castañas, higos pasaos, pan bizcochao, queso tierno y almendras. Los hombres bebían ron y las mujeres anís. Rezábamos el Rosario y se hablaba de los fallecidos de la familia: de mi tía Juana López, mi abuela Isabel, mis bisabuelas Juana y Cha María Ramírez, y de una tía que falleció a los dieciocho años, mi tía Carmen. Recuerdo jugar con una maleta suya donde venía el azafrán y con sus muñecas (…). Al día siguiente íbamos al cementerio. Mi madre no iba, nunca fue, decía que ya lo visitaría cuando muriese».
Juan José Monzón Gil y sus alumnos del CEO Rey Juan Carlos I de Valleseco participaron dentro las XII Jornadas de Estudio sobre Folclore celebradas en La Pardilla el pasado 9 de mayo de 2014, presentando el proyecto que desarrollan en su centro con el nombre de Las Ánimas reviven en Valleseco.
Presentación del Proyecto
Muestra del trabajo realizado, acompañados de rancheros del Rancho de Ánimas de Valsequillo
El pasado 8 de mayo de 2014, en el marco de la duodécima edición de las Jornadas de Estudio sobre Folclore de La Pardilla organizadas por la Asociación Cultural Tyldet, Francisco Suárez Moreno dio una conferencia bajo el título de «El culto a la muerte y los Ranchos de Ánimas en la sociedad tradicional de Gran Canaria».
Para ampliar la información se puede acceder a los siguientes documentos y web online:
Entre el 5 y el 9 de mayo de 2014 se celebró en La Pardilla la duodécima edición de las Jornadas de Estudio sobre Folclore, en esta ocasión dedicada al Folclore musical en torno a la muerte en Gran Canaria.
Rancho de Ánimas en La Pardilla
La principal motivación que nos ha llevado a dedicar esta edición al Folclore musical en torno a la muerte en Gran Canaria es que en La Pardilla antiguamente tuvimos un Rancho de Ánimas y actualmente todavía conservamos el topónimo de Las Ánimas, tierras que fueron propiedad de la Cofradía de las Ánimas de San Juan Bautista de Telde, según referencia de D. Pedro Hernández Benítez.
Sebastián Jiménez Sánchez, el 21 de diciembre de 1951 escribe en el diario “Falange” un artículo sobre los “Ranchos de Ánimas”. Y dice, que en los antiguos Ranchos de Ánimas, su ranchero mayor llevaba colgada sobre el pecho, o bien en la mano, la imagen en lámina o tabla pintada, del patrono del lugar. En otro momento del artículo refiere que ha visto dos de estas tablas que se conservan en el museo particular de su amigo D. Pedro Hernández Benítez, párroco de San Juan Bautista de Telde. Continúa diciendo que una de esas dos tablas tiene la pintura de la Virgen de Los Dolores, de la Soledad o de las Angustias, que correspondió a un antiguo “Rancho de Ánimas” de la localidad de La Pardilla. Según él, esta tabla era conducida procesionalmente no sólo en las salidas de los mentados ranchos, sino también en los momentos de zozobra o intranquilidad de los vecinos de La Pardilla y Bocabarranco de Telde ante lluvias torrenciales y crecidas del Barranco.
Esto lo escribe el año 51, pero el Rancho había desaparecido probablemente en los años 20. Hemos visto en el libro de cuentas de la parroquia iniciado en 1914 y que acaba en 1934, una última referencia al Rancho de Ánimas donde se recoge el día 3 de febrero de 1928, una entrega de 36,50 ptas., hecha por Andrés Velázquez, reunido con el Rancho de Ánimas el día anterior (día de La Candelaria). Y otra referencia del día 7 de enero de 1926, donde la misma persona entrega 52 ptas. como limosna reunida en el Rancho de las Ánimas.
En la sociedad tradicional, el carnaval marcaba el fin del invierno y el inicio de la primavera. Eran, asimismo, los últimos días de juerga antes del retiro cuaresmal. Hombres y mujeres se vestían con ropas viejas y usadas (sábanas, sacos, cachorros, manteles…), sus caras las tapaban con una talega blanca, a la que se le hacían cortes a la altura de los ojos, nariz y boca. También solían ocultar sus rostros con una media vieja, un velo o un trozo de tela con encajes a modo de antifaz e iban a pedir de casa en casa. Las mascaritas pedían tortillas de carnaval, perritas o un huevo para hacer tortillas. Nadie les debía conocer y la tradición dictaba que estaba prohibido tratar de quitar la tela que cubría el rostro. Cuando alguien intentaba “descubrir la máscara”, arremetía con un palo o con la cesta donde guardaban los presentes. En muchas ocasiones se juntaba un número considerable de personas formando los denominados “ranchos de máscaras”.
Así pues, en El Tabaibal se perdía durante un tiempo las férreas reglas sociales; la mentira y los juegos se teñían de connotaciones sexuales y los engaños se convertían en toda la realidad posible. La gente, escondida tras las máscaras, tal vez no actuaba como otra, sino como ella misma.
Tradicionalmente el Carnaval era una fiesta importante del período invernal, se centralizaba en tres días destacados: “Domingo , Martes de Carnaval y Domingo de Piñata”. Algunos informantes señalan que el día de Santa Lucía comenzaban a degustar las tortillas de carnaval y acababan el día de San José, estableciéndose así un periodo mucho más largo para la celebración del carnaval.
Las mascaritas, en su mayoría hombres, se reunían en parrandas de amigos con guitarras, timples, laúdes, violines… para “correr los carnavales” por los pueblos, “dando la quintada” a conocidos y desconocidos con la famosa frase de “¿me conoces mascarita?”.
En el Carnaval de este año vamos a intentar recuperar «la vaca del carnaval”, que desapareció de las calles de La Pardilla hace mas de 60 años. Se trata de un hombre, que ataviado con pieles de vaca, cornamenta y varios cencerros atados al cintura, salía el lunes de carnaval y recorría los pagos del pueblo persiguiendo a los vecinos que se divertían con sus aspavientos. Los más pequeños se asustaban al verle la cara pintada de negro.
El Carnaval finalizaba con la celebración del «Domingo de Piñata», que consistía en celebrar un baile donde se ponía una piñata hecha con una talla de barro vieja y rellena de pastillas y gofio. Generalmente una mujer con los ojos vendados era la encargada de romperla, fueron muy afamados los Bailes de Piñata que se celebraban en La Pardilla y en San Antonio.
A mediados del siglo XX era conocida por todos la devoción que algunos de nuestros vecinos profesaban a estas fechas; podemos destacar a Esperanza Talavera, madre de la popular Esperancita, que durante muchos años fue la encargada de llevar a cabo la Representación de Los Pastores en el interior de la iglesia matriz de San Juan de Telde. Nosotros tuvimos acceso, mientras Esperancita vivía, a su libreta de apuntes.
Guillermito Santana, que vivió en Las Ánimas, lugar situado en la parte baja de nuestro pueblo, y que sirve para entender el porqué de este topónimo, era el encargado de salir en estas fechas con una “zambumbia” alegrando la navidad pardillera. Este acto se llevó a cabo hasta los años 20 del siglo XX.
Carmen Zacarías o Carmita Anselmo, estuvo durante muchos años preparando a los niños de su escuelita para que en nochebuena declamaran versos en el interior de la iglesia de San Isidro. Era asimismo la encargada de realizar un pintoresco belén del que disfrutaban mucho los más pequeños.
En Canarias aún podemos gozar de una variada y enriquecedora serie de actos tradicionales, que no cabe duda de que es un momento del ciclo del año donde confluyeron los ritos paganos y los cristianos.
Nosotros aún podemos degustar algunos de los productos navideños por excelencia, las truchas, los polvorones y almendrados que algunas casas de nuestro pueblo se esmeran en elaborar para que no caigan en el olvido.
Estas fiestas se han impregnado de individualismo, ahora las abundantes cenas y regalos, no nos permiten ver el verdadero origen de la navidad; la celebración colectiva de una de nuestras fiestas más arraigadas.
Pastorcillos de Carmita Anselmo. Años 50. Foto: Suárez Robaina. Archivo CDOPIT
El pasado día 10 de mayo de 2013, dentro de las XI Jornadas de Estudio sobre Folclore de La Pardilla, Miguel Vega Peña, presidente de la Asociación Cultural Escuela Taller Tyldet, dio una conferencia titulada: Cantos de trabajo en el este de Gran Canaria. Estuvo acompañado por las informantes Dolores Jiménez Betancor, Juana Fleitas Santana y Mari Cordero Monzón.
Juan Peña González, vecino de la Pardilla, recuerda como siendo niño saltaba el muro de la escuela para ir a «juliar» espantar los pájaros a las tierras de su padre.
Pertenece al entramado de distribución de las aguas de riego de la Heredad de la Vega Mayor de Telde.
Se encuentra situada en La Pardilla, c/ Mesonero Romanos, entre el número 16 y el anexo al CEIP María Suárez Fiol (28º 00´45´´ N – 15º 23′ 41´´ O – 58,90 m de altitud).
Fotografía de los años 60 del siglo XX tomada en lo que hoy es la calle Mesonero Romanos, frente a la plaza de La Pardilla, que actualmente ocupa la zona que se observa vallada con cañas. En la imagen se ven algunas personas junto a unos tarahales, que están sentadas en el muro curvo de la cantonera.
En primer plano aparecen dos acequias pertenecientes ambas a la Heredad de La Vega Mayor de Telde. Una más chica y antigua colocada siendo presidente D. Carlos Navarro Ruiz, ya que desde la cantonera de La Portada hacia La Pardilla sólo existía un macho de riego. La cantonera de San Isidro se hizo posteriormente, cuando se construyó la acequia grande. Ambas pasaban por la parte de enfrente de la iglesia y giraban por su frontis norte hacia La Pardilla (actualmente soterradas en esta zona). Inutilizadas ambas, en el resto de su recorrido han desaparecido o están en muy malas condiciones.
Al fondo de la imagen se pueden observar los tarahales que deslindaban la finca de la izquierda a nivel inferior, conocida como Las Mansas, de la superior o derecha. La cantonera que nos ocupa regaba esta finca por un macho de riego, que iba paralelo junto a la hilera de tarahales hasta la linde sur de la finca (el camino que iba para la playa de La Garita, hoy calle Shakespeare). Hasta esos años no existía ni siquiera un camino desde la cantonera hacia allá. Tan sólo el citado macho de riego y un trastón de paso.
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Macho de riego: acequia de tierra que atraviesa la zona de cultivo y que reparte el agua hacia las madres, que perpendiculares a éste, la llevan hasta los surcos.
Trastón de paso: franja de terreno no cultivada que permite el paso de una persona.
Información sobre la inauguración del panel de la cantonera de San Isidro:
Dolores Jiménez Betancor, conocida como Lolita Padilla nació en Moya y es vecina de La Pardilla. Siendo niña, junto a su padre y varios de sus hermanos trabajó durante varias zafras en el almacén y cultivo de tomates de Quintana en la playa de Veneguera.
El romance que nos canta es de su cosecha y relata lo ocurrido el 15 de octubre de 1954 en Tabaibales y Veneguera, cuando una plaga de langosta arrasó los cultivos.